Con década de experiencia en el mundo de la educación, Antoni Zabala i Vidiella es un importante referente en el mundo de la pedagogía en Cataluña, con una larga carrera que abarca la dirección del Institut de Recursos i Investigació per a la Formació (IRIF), la fundación de la revista Guix. Element d’Acció Educativa y la dirección de la publicación AULA de Innovación Educativa.
Además de haber asesorado a la Generalitat de Cataluña y a otras comunidades autónomas, al Ministerio de Educación y al Gobierno de Andorra en planes de formación y diseños curriculares, también ha colaborado con numerosas administraciones y entidades educativas de Latinoamérica.
Este pedagogo, experto en las competencias básicas y autor de nueve libros de educación, ha estado en el CreaNova School para realizar una formación sobre trabajo por proyectos.
Al término, hemos dialogado con él sobre los cambios en la educación y cómo centrar los programas bajo el sistema Learning by Doing.
– Muchas veces se dice que la educación está desfasada respecto a lo que necesita la sociedad. ¿Es así?
– Vemos varias transformaciones en el proceso educativo mundial. Y como todo proceso, hay una crisis; porque salimos de un modelo basado en la formación propedéutica, donde el objetivo es pasar de estadio a estadio, de primero a segundo, de segundo a tercero, etcétera; y que no importa tanto lo que he aprendido. Y es un sistema selectivo, pensado no tanto en los fines de la escuela, sino en lo que me van a pedir en la selectividad.
– ¿Y qué pasa con lo que exige la sociedad al estudiante?
– Venimos de ese modelo, que se pensaba que memorizando de manera mecánica se podía tener éxito. Y eso es un error, porque si quiero usar el conocimiento para dar respuestas al mundo, tengo que aprender lo que tiene sentido, no lo que no tiene sentido.
Pero ese modelo está cambiando en función de lo que debe ser la escuela, que no sea solo preparar universitarios, sino que una sociedad que se pretende democrática requiere que toda la sociedad esté formada, sean o no universitarios.
– ¿Cómo sería ese cambio?
– En ese cambio hay que dar respuestas a los problemas que va a plantear la vida no solo en el ámbito profesional y académico, sino también interpersonal o social. Cambian los contenidos, se añaden otros, ya no es suficiente con saber la fórmula de Boyle-Mariotte, sino saber para qué narices me sirve, para entender qué pasa con los gases.
Otro cambio se refiere al conocimiento, a cómo dos personas aprenden. Aquí hay que tener en cuenta las características diferentes de cada uno, por lo que hay que impulsar un aprendizaje significativo y funcional. Se trata de crear modelos de construcción del conocimiento. No me sirve la repetición mecánica, tengo que saber entenderlo, y eso implica una construcción personal, porque sabemos que cada uno construye el conocimiento desde su contexto socio cultural, con sus capacidades cognitivas, etcétera.
– Ese cambio de modelo es como un cambio de paradigma del método sofista al método socrático, al que usted había hecho referencia alguna vez. ¿Cómo sería esta analogía?
– En el siglo V a.C. los sofistas decían ‘yo tengo el conocimiento, y tú como alumno tienes que reproducir lo que te digo’. En cambio Sócrates planteaba que tengo que ayudarte a aprender a partir de la mayéutica, o sea, el diálogo socrático, donde te debes hacer preguntas, y a partir de ellas, que con el diálogo vayas construyendo el conocimiento.
– O sea que es un intercambio entre profesores y alumnos.
– Evidentemente, el conocimiento que tenemos ahora es el modelo socrático, que es el apropiado, que es el que tenemos cuando abrimos la puerta a preguntarnos por qué pasan las cosas.
Claro que también hay un cambio metodológico, ya no me sirven aulas de 40 alumnos donde cuento una historia y ustedes aprenden. Es un proceso complejo que nos lleva a la personalización del aprendizaje, a dar cada uno los medios para construir a partir de sus posibilidades, de sus capacidades cognitivas y de su entorno cultural. Eso implica un trabajo de identificación de cada alumno.
– La clave para ello serían grupos reducidos…
– Claro, lo ideal es que yo, como maestro, pueda conocer a cada uno de los alumnos en función de sus características. Y obviamente, si son pocos en una clase, es más fácil.
Recordemos que el conocimiento científico que tenemos ahora es el mismo que tenían en la medicina, cuando se llegó a la conclusión que no existen enfermedades sino que existen enfermos, y cada uno necesita un tratamiento distinto.
En la educación sabemos que el proceso de aprendizaje implica una atención personalizada. La ventaja que tenemos es que se aprende más entre iguales que a partir de las relaciones entre profesor y alumno.
– ¿Y esto por qué es?
– Porque el aprendizaje entre iguales genera una inquietud en el aula, y que los alumnos interactúen entre ellos es más fácil que busquen el aprendizaje que si lo estoy haciendo de uno en uno.
– Es como la filosofía de CreaNova School, que es el ‘aprender haciendo’.
– Evidentemente, cuando hablamos del sistema ‘Learning by doing’ es porque aprendemos cuando hacemos cosas, cuando nos planteamos problemas. Y ese es el lema, aunque lo más apropiado podría ser ‘Learning by doing for thinking’, porque el hacer es para construir el conocimiento. Dicho de otra forma: el conocimiento no se traslada si no hay un proceso de construcción previo.
– ¿Cuáles serían los valores diferenciales que tiene CreaNova School para impulsar ese camino?
– Una de las ventajas de CreaNova School, que tiene desde sus inicios, es dar a cada alumno lo que necesita, y además mientras van haciendo cosas. Para eso es necesario tener grupos reducido, de 15 a 20 alumnos por clase. Pero lo importante no es que sean pocos porque sí, sino para poder ayudar en los diálogos, las observaciones, las reflexiones entre ellos. Para que vayan construyendo el conocimiento.
– Cuando se habla de la personalización, se dice que no importa que un alumno el día de mañana sea un doctor o ingeniero, sino que sea feliz mientras aprende.
– Una de las bases de CreaNova School es la fundamentación sobre lo que se hace, y esa fundamentación debe ser científica. Claro que queremos que un médico o ingeniero sea feliz, porque la felicidad por sí misma no es un objetivo, sino un medio. O sea, no puedo aprender bien si no soy feliz.
– Es un concepto totalmente diferente de aquellos antiguos métodos, donde se consideraba correcto duchas frías para poder ser fuertes y aprender a enfrentarse a la sociedad.
– Claro, no se trata de preparar personas fuertes para que sean emprendedoras y que sepan resolver problemas. Lo haremos entrenándolas por medio de la felicidad. Por ejemplo, a un deportista, un futbolista, tendrá que trabajar mucho el machaque, la meditación, pero también se entrenará a través del rondo, que es una manera divertida de aprender a mover la pelota, a cambiar la posición del pie. Son ejercicios donde se divierten. ¡Y eso que cobran mucho!
Pues en la escuela tenemos que hacer actividades de ejercitación porque son necesarias para que salga el esfuerzo, que los alumnos vean que el esfuerzo vale la pena. Y además, de una manera lúdica, donde el juego no es el objetivo, sino el medio para ejercitarse para que sea más agradable el proceso de aprendizaje.